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viernes, abril 22, 2011

Vicios

Fumé mirando hacia la luz, y vi como el humo dibujaba fantasmitas entre los compases de la bateria que sonaba de fondo. Mire por el ventanal, y vi como se agitaban las hojas de los arboles. Estaba solo. Solo, disfrutando mi vicio. Destruyendo mis pulmones, mi corazon, mi cerebro, y vaya uno a saber cuantas cosas mas. Abandoné rapidamente estos pensamientos, porque principalmente, estaba feliz de estar fumando. Probe mi trago, todavia estaba un poco fuerte, asi que decidi darle 5 minutos a que los hielos se derritieran un poco y lo suavizaran. Mire la hornalla que habia dejado prendida, ya que no encontraba el encendedor. Crei oir el siseo del gas, saliendo por las hendijas del disco de metal, oyendolas salir, justo un segundo antes de convertirse en uno de esos colmillos azulados que bailoteaban freneticamente, hipnotizandome. Pero no, simplemente eran los platillos de la bateria, era lo unico que podia escuchar. Lo constate mirando la canilla que goteaba, a la cual tampoco podia oir. Cerre mis ojos, en un intento de concentracion en pos de mi oido, pero lo unico que obtuve como resultado, fue un desagradable mareo, fruto de la intoxicacion por monoxido de carbono que me causaba el cigarrillo. O quizas eran los efectos del trago anterior. O del porro antes del trago. Perdido en el mar de opciones, elegi la opcion que me parecio mas politicamente correcta. Abri los ojos y la cocina seguia en su lugar, asi que decidi volver a mi trago que estaba levemente mas aceptable. La bateria fue reemplazada arbitrariamente por una guitarra, asi que me distraje, y volvi a mirar por el ventanal. Mi reflejo me escrutaba en el vidrio. Creo que no soportamos mirarmos, porque enseguida los dos fuimos a buscar el cigarrillo que reposaba en el cenicero. Era el quinto, el sexto? Decidi saberlo con extactitud, asi que tome el paquete y conte: quedaban cuatro. O sea que me estaba fumando el septimo. La magia del paquete de once. Estaba sorprendido, de que hace nisiquera 3 dias atras, me habia costado terminar un cigarrillo. Y ahi estaba yo, camino del octavo. Volvi al trago para frenar un poco a la bestia. Era hora de cambiar de humo. Saque un porro del estuchecito plastico, siempre tengo la precaucion de armar un par antes de fumar. Como dije, no tenia encendedor, pero tenia la hornalla. Me las ingenie para prender un escarbadiente en la hornalla y usarlo como fosforo. me entretuve con el porro un rato, alivianando mi consciencia, perdiendome en alguna nota del piano o un eco de la voz. Sin embargo, todavia habia 4 cigarrillos en la caja, y la bestia lo sabia. Hasta podria haberme puesto las zapatillas de nuevo, ir a comprar otro atado, y estar toda la noche fumando. Pero no, aunque ya habia caido, todavia quedaba en mi un espacio sin corromper, minimo, pero firme. Esta idea me confortó levemente, asi que pude ver otra vez al ventanal, el reflejo me dijo que todavia no habia terminado de fumar. El humo del porro era mucho mas abundante que el del cigarrillo, tire nubes enteras contra la lampara, que tardaban en disiparse, y me permitian crear una especie de neblina. Volvi al los cigarrillos, ahora quedarian solo tres. Retome mi bebida, estaba en su punto justo, asi que le di un buen trago. El cigarrillo comenzo a ahogarme un poco, asi que decidi salir al patio. No hacia frio como yo pensaba, y entre los edificios asomaba poco mas que media luna, brillando en ese tono palido amarillento tan agradable para los ojos. La luz naranja hacia aun mas amarillas las hojas del arbol, y fue observando esto que me di cuenta, que no estaba tan tumbado como pense que estaria a pesar de los tragos y demas. Concluí en que estar sentados nos quita energia. Mi cigarrillo me acompañaba tambien en la interpiere. Aspire el humo y le rasco muy levemente en la garganta. Decidi apagarlo en la parrilla y volver a entrar, ahora solo quedaban dos. Los mire. Uno de ellos estaba dado vuelta, hace mucho tiempo que habia incorporado el habito de dar vuelta un cigarrillo del paquete, que fumaria ultimo. Tome el paquete con una mano, y con la otra sostuve los dos cigarrillos. Los aprete contra el borde de la caja. Un poco mas de fuerza y... No. Quiero fumarlos. Me los voy a fumar todos. Deje el atado en la mesa, volvi al trago, ya estaba casi terminado. Me dio fiaca prender el porro, volvi al atado. Volvi a presionar los cigarrillos contra el borde. Entonces volvi a mirar el ventanal. El reflejo me devolvio una mirada feroz. Entendi que debia ser estoico y tenia que hacer lo que debia hacer: Aplique la fuerza extra, y un cigarrillo quedo decapitado, y el otro sin filtro. No era suficiente. Saque lo que quedaba de los dos cigarrillos y los parti en mil pedazos sobre el tacho de basura. Cayeron girones de tabaco y papel, y se dispersaron entre la yerba usada y otros restos. Ya no habia nada mas que fumar, asi que me fue a dormir... o... o me fume los cigarrillos? Ahora que pienso bien, no se si el atado no era de veinte... no me acuerdo bien que hice al final... fue hace tanto tiempo!

lunes, junio 14, 2010

"...yo creo que tiene oscuridad si. Pero ese tipo de oscuridad que te puede dar una historia de terror a los 10 años, cuando queres que REALMENTE te asuste, cuando sabes que mientras peor la pases mas lo vas a disfrutar, pero desde una mirada inocente, que hace que sea imposible que estemos hablando de masoquismo. A ese tipo de oscuridad me refiero.."

domingo, abril 04, 2010

...y en ese momento me parecio que habia recibido el empujon ese que tanto me andaba faltando, el que iba tener suficiente inercia como para que ponga las pilas en todo mi recorrido, hasta, digamos los 50 años. Aferre la botella de vino con la mano derecha, e hice una pequeña pausa para respirar profundo. Empiné la botella y le di un buen trago. Mi vista no dejaba de mirar el mismo punto fijo, entre dos azulejos que asomaban por detras del horno. Agarre mi telefono, sin dejar de mirar hacia el mismo lugar. Casi de memoria, busque el nombre en la agenda. Sabia que era uno de los primeros, repase mentalmente mis contactos: Abuela, Agustina,Andy,Beto... y ahi estaba la duda. Tenia a alguien mas en la B? Alguien antes de Carina?. Bueno, tendria que arriesgarme, porque no pensaba sacar la vista de los azulejos. Aprete el boton de llamar, (si, el de "send"). Escuche el primer tono, trague saliva. Segundo tono, no estaba listo. Tercer tono, realmente empece a dudar. No hubo un cuarto tono. Sonó el contestador. Escuche la grabacion, el bip, y mi propia respiracion saliendo por el parlante del telefono. Corté. El empujon me habia abandonado.

sábado, septiembre 05, 2009

La cerveza es la bebida femenina. Pensalo: EL fernet, EL vino, El whisky.... y LA cerveza. Por eso la cerveza es, podriamos decir, mas molesta. O sea, cuando te emborrachas con cerveza es como si te pegara una mujer, no es tan fuerte, pero molesta, como una mujer histerica, te hace doler la cabeza. En cambio el whisky, por ejemplo, te noquea, es como la piña de mike tyson. Y para completarla, fijate: si los juntas a los, que pasa??? Se arma quilombo! Te cagan a palos entre los dos, y al otro dia, nace una resaca.

viernes, marzo 20, 2009

EL TREN FANTASMA (Gracias por elegirnos!)

Era una tarde soleada de Marzo, sin llegar a ser calurosa, cuando Natalia, mientras miraba un programa de chimentos, se vio asaltada por la gula. Se levanto de su casi muy comoda posicion en el sillon del living y se dirigio hacia la heladera. No sabia que podia llegar a encontrar, asi como tampoco sabia que queria comer, pero si sabia que la heladera se lo iba a responder cuando abriera la puerta. Asi lo hizo, y una pequeña rafaga de frio le acaricio el rostro. Primero busco, casi por instinto, los restos del mediodia. Una o dos porciones de pizza fria serian mas que suficientes para acallar los gruñidos del estomago, al menos por un rato. Pero los restos del mediodia ya habian desaparecido. Si es que realmente habia sobrado algo, no estaba segura. Siguio examinando el electrodomestico, en busca de hamburguesas. Nada. El crisper y el congelador estaban absolutamente vacios. Tampoco habia salchichas. O fiambre. Ni manteca siquiera! De todos modos, tambien carecia de pan como para hacer sandwiches o unas tostadas. Pero el pan, se sabe es reemplazable por galletitas de agua. La manteca, quizas por queso untable. Pero con que se reemplaza el jamon? Con jamon mas barato solamente, como hacemos en casa, penso natalia, eso que llaman "paleta" los fiambreros, en un pequeño acto de honestidad, porque decirle jamon a esos prismas rosados y grasientos, seria cinico. Pero tampoco habia eso, ni galletitas para reemplazar al pan. Ni leche. Solo una jarra con agua, y un huevo. Tener un huevo solo en la heladera, es una cosa inutil. Nadie se llena con un huevo frito. Y no te alcanza para hacer un omelette. O una tortilla. No es que natalia supiera cocinar todo esto, pero igual sabia que tenia razon. Descarto la heladera, y miro en la despensa. La yerba se habia acabado. Solo quedaba medio paquete de arroz, tan inservible como el huevo de la heladera, desde su perspectiva. Vio que no habia mas remedio, tendria que movilizarse en busca de alimento. Reviso su bolsillo, en el que aun habia dinero,y salio de expedicion al almacen. El viejo almacen San Carlos, a dos cuadras de su casa: Lo odiaba con toda su alma, pero estaba a dos cuadras de su casa, y contra ese argumento ningun slogan de cadena de supermercados podia hacer frente. Quizas el almacen San Carlos fuese uno de los nueves circulos del infierno, pero seguia estando a dos cuadras de su casa, no a tres, ni cuatro, ni seis; a dos, y asi, penso Natalia, es que mantienen el monopolio sobre mi persona y sobre todos los que no que queremos caminar demas para comprar un paquete de chizitos. Entro y tomo un carrito. Esquivo lo mas velozmente que pudo la amarga mirada del guardia de seguridad, que parecia culparla de todos los problemas existentes en su vida, cualesquiera que ellos fueran. Se aferro rapidamente a un changuito. No iba a llevar nada que no le entrara en las manos, pero el changuito le gustaba porque la ayudaba a reforzar la fantasia de estar paseando por un tren fantasma, y al igual que un tren fantasma, uno solo se sentia seguro arriba de su carrito. El paseo comenzaba. En la primer seccion, estaba Jacqueline la destripadora, como a Natalia le gustaba llamarla. Una mujer robusta (muy robusta) de unos 50 años de edad, con el pelo recogido en una cola de caballo, dedos romos y gordos como panqueques, a quien, otras personas llamaban "Tita". Tita estaba al mando de la fiambreria, y era especialista en escatimar sonrisas y gestos de amabilidad, toda una experta. Natalia estaba segura de que esta mujer cargaba con un pasado brutal, (carcelario seguramente) que le habia enseñado no solo a poner esa expresion ruda, si no tambien a manejar con maestria el cuchillo y otros objetos filosos, porque a pesar de su apariencia tosca, era extremandamente habil con el cuchillo, y antes de lo que uno tarda en decir "cien de crudo" la mujer ya habria rebanado el pedazo de chancho y clavado el cuchillo nuevamente en la tabla del mostrador, por lo que Natalia penso que probablemente con la misma velocidad y prolijidad, Tita podria haber castrado a su marido y haberle dibujado una sonrisa roja en el estomago, antes que este hubiera podido decir "me voy con los muchachos al bar". Todas estas ideas alejaron a Natalia de la idea de comprar fiambre para hacer un sanguche, asi que siguio su recorrido por el tren fantasma, empujando el carrito desvencijado que ademas de hacer ruido, tenia una rueda chueca y se iba de costado. Segunda estacion, la verduleria. El verdulero, lejos de tener una apariencia agresiva y horrorosa como la de Tita, casi parece un tipo normal. Claro, no por eso significaba, que se tratara de una persona afable y de buenos modales, los cuales parecieran estar prohibidos, so pena de muerte, a cualquiera de los empleados. Ahi estaba el verdulero, de jean remera y zapatillas, flaco y con la cabeza ligeramente gacha. En su rostro y su voz se notaban el desgano, las pulsiones de thanatos, alguien que elegiria sin dudar un disparo de 38 en la sien antes que seguir embolsando paquetes de acelga pestilente, antes que seguir viendo a esas viejas chotas tanteando con malicia y mirada suspicaz un repollo, y preguntandole a el con ese irritante tono, como el que una madre usaria para interrogar a su hijo sobre una fechoria que sabe que cometio, "decime nene esta buena esta lechuga?". Si, penso Natalia, no puedo culparlo, yo tambien estaria igual en su lugar, pero yo no vine a comprar verduras. Siguio andando, tercera estacion del tren fantasma: la carniceria. Ya de movia el fluorescente sobre los azulejos blancos predispone mal a cualquier comprador. En cada titilacion nos recuerda que ahi no puede haber ningun producto de calidad. Los carniceros, suelen ser tipos amables,y de buen humor, que transmiten simpatia, aunque a veces el motivo para esto sea que puedan encajarnos sin que desconfiemos, algun corte de carne, que al comerlo nos haga sentir como Charles Chaplin intentando almorzar su zapato. Este señor carnicero, un hombre fornido, apenas superando los 40, "y seria un buen candidato para mi mama" penso Natalia, no solo carecia de estos dones de gente, si no que ademas cargaba con cierta violencia, solo explicable con una patologia psicologica, que lo hacia rematar sus frases con un violento en incoherente "y que, vo'me va a pagar el sueldo???!" mientras apuntaba a los clientes con la chaira. Natalia se puso a comparar la habilidad con los filos del carnicero, y la de Tita, y ya estaba por resolver con argumentos totalmente validos quien ganaria si ambos se enfrentaran en un duelo a muerte con cuchillos, pero vio que ya estaba en la gondola de las galletitas dulces, que junto con un sachet de leche, eran lo que habia venido a buscar, asi que abandono su argumentacion para dedicarse a algo mucho mas importante, que era elegir las galletitas. Cargo dos paquetes en el chango, y se dirigio a la caja, que era la ultima estacion antes de salir. Se puso en la fila, habia delante de ella cuatro personas: Dos viejas, un chico, y un obrero que aprovechando un receso fue en busca de provisiones al almacen. La caja, se podia decir, que era una especie de oasis, ya que ahi estaba la unica persona que mostraba un poco de amabilidad de vez en cuando, claro que nos referimos a la cajera. Esta muchacha ocupaba su cargo hace poco tiempo, en reemplazo de la flaquita morocha que estaba antes. "La que te miraba feo si no le pagabas con vuelto justo", rememoro Natalia. Otra empleada de rostro sombrio, la cual probablemente habia corrido la suerte que el verdulero tanto anhelaba: cambiar su puesto en el supermercado por un disparo de 38, aunque la chica tenia mas pinta de ser esas personas que se toman una caja entera de pastillas con vodka. Natalia se pregunto cuanto tardaria la nueva cajera en adaptarse al perfil de personalidad del resto de los empleados, porque sabia, que su buena actitud no podia durar, tarde o temprano terminaria siendo como los demas. Natalia estaba tan distraida, que se habia olvidado de la atraccion principal: la dueña del supermercado. Esta mujer, que era un verdadero espanto, con la cara llena de revoque de color para intentar disimular que hace ya 20 años no tiene 30. La señora se pone cerca de la cajera, observando sus movimientos, y los de los clientes en cuestion, que para ella no son mas que potenciales ladrones de sus preciosas mercancias. Es sin duda, generadora de toda esa sustancia negra, esa especie de alquitran hecho de odio, resentimiento y tristeza que envuelve al almacen San Carlos. Su voz, le recordaba a Natalia a la version cinematografica de Gollum, el personaje del señor de los anillos, pero eso era cuando hablaba en tono normal, y este no era el caso, ya que Natalia desperto de su ensoñacion entre marcas de latas de arvejas y sachets de mayonesa, gracias a un potente grito de la señora, que resono con fuerza por todos los rincones del mercadito, y probablemente tambien, de la cuadra. "ME QUERES ROBAR???!!" Grito enfurecida la dueña del mercado. Todos los clientes que estaban dentro del mercado estiraron el cogote tanto como les fue necesario, dependiendo del lugar donde se encontraban, para observar la situacion,ya que con el fuerte volumen del grito, era imposible ignorar la situacion. Natalia sintio que ancianas con sus carritos y bolsas de red surgian de abajo de la tierra haciendose presentes frente a la promesa de que algo excitante estaba por suceder, aunque mas no fuera un simple (y vergonzoso, e indignante, "asi esta la juventud") acto de raterismo. Natalia, al igual que las viejas se aferro a esa promesa, pero tardo muy poco en darse cuenta que no se trataba de un acto de robo, si no de otro acto de paranoia desquiciada de la dueña del supermercado. Habia sucedido asi: El chico que estaba adelante de ella, llevaba, entre otros articulos, un paquete de chicles, los cuales la cajera ya habia agregado al monto de su compra. El muchacho habia guardado sus chicles en el bolsillo, y cuando le entregaron el ticket, tuvo que meter la mano en ese mismo bolsillo para sacar el dinero para pagar, y entonces el paquete de chicles se cayo de su bolsillo. La dueña del mercado, a pesar de creer que con su ojo avizor controlaba todo, no habia notado que la cajera ya le habia cobrado los chicles, lo cual hizo que diera su primer grito, tan inesperado para el pobre chico, que al igual que algunas presas ante sus predadores, se paralizo esperando a ser devorado o a que su acechador se alejara, se quedo mudo ahi sin poder emitir sonido, lo cual obviamente, lo hacia parecer culpable de un crimen que no habia cometido. La señora le volvio a gritar, poseida por la ira: ¿ME QUERES ROBAR LOS CHICLES? EH?!!. Como el muchacho todavia no habia atinado a responder, la cajera intercedio en su lugar, para deshacer el malentendido, acabando asi con la magia del momento. "No marta, los chicles ya se los habia marcado eh". Marta desvio su mirada del muchacho hacia la cajera, con una expresion en el rostro digna de Hannibal Lecter, ya que con esa frase la habia desautorizado frente a toda la clientela, y habia puesto en evidencia toda su locura. Marta no dijo mas nada. Volvio a mirar al muchacho con cara de "igual la culpa es tuya" y desaparecio indignadisima por la puerta del deposito ubicada atras de la caja, como si tuviera algo que hacer. Mientras pagaba sus articulos, Natalia penso que probablemente la semana siguiente hubiera un puesto de cajera disponible en el mercado, y que con su suerte, probablemente ella terminaria ocupando ese puesto. Penso tambien que si seguia sin tener sexo, probablemente se adecuaria perfectamente al trabajo, ya que evidentemente era algo que faltaba a raudales en ese lugar, y que en poco tiempo terminaria suicidandose con el cuchillo de Tita junto a la heladera de los lacteos, sobresaltando levemente, quizas, al resto de los empleados, pero no a la dueña, que sin mayores problemas mandaria al carnicero a colgar su cadaver entre las medias reses del frigorifico, donde seguramente se encontrarian los cuerpos de las otras dos cajeras, si es que no las habia vendido ya como carne picada. Finalmente, concluyo en que ser desocupada en tiempos donde tu empleador podia ser la dueña del almacen San Carlos, era una especie de bendicion, y se fue a casa con las galletitas y una anecdota para contar en la hora de la cena.
FIN


Nota al pie:
Readaptacion de un texto, readapatacion de la realidad de mi querida amiga n., citaria la fuente pero no esta disponible, en tal caso, me la piden, y yo gustoso les presto el original

viernes, febrero 20, 2009

"Cuando te acostas con una mujer, de algun modo tambien lo estas haciendo con su mejor amiga..."
Dijo alguien, en la profundidad de la noche, uno de esos dias.

lunes, noviembre 10, 2008


PLASTICO

Kent llegó a su casa, aliviado de saber mientras giraba la llave de entrada, que no había nadie adentro. Su mujer todavía tardaría un rato en llegar, y había llamado desde su oficina para darle el día libre a sus sirvientes, y tener un rato de paz. Entró y se sentó en el costoso sofá italiano del living. Sacó del bolsillo de su saco armani el teléfono celular y lo apago. Al menos por un rato, no contestaría llamadas. Se levanto, y se dirigió al tocadiscos que tenia junto a la barra del pequeño bar frente a los sillones. Fue pasando uno a uno los discos, buscando el indicado, y penso que lo mejor seria algo de jazz. Eligió el de Sinatra y Basie, no tanto porque realmente le gustara, si no porque era un snob, y como escuchar clásicos como ese le daba cierto status musical, entonces lo hacia, mas aun, en vinilo. Las notas empezaron a sonar, y Kent subió el volumen lo suficiente como para poder escucharlo desde el piso de arriba. Subió hacia su habitación y bario el cajón de su mesa de luz. Debajo de una pequeña agenda forrada en cuero, saco una bolsa de nylon sellada, y examino su contenido: Algunas píldoras de éxtasis, 3 gramos de cocaína, una tableta de rohypnol, y un pequeño cubo de marihuana. Miro esta ultima droga con singular aprehensión, le aprecia excesivamente vulgar, y no podía creer que su esposa consumiera semejante sustancia, que según el, era droga de hippies. Volvió a repasar el contenido de la bolsa, y opto por los psicofarmacos, no tenia intenciones de acelerarse en lo mas mínimo. Volvió hacia el living con la tableta en la mano. Primero fue hacia el tocadiscos y bajo el volumen, luego se fue detrás de la barra y busco la botella de Johnnie Walker Blue label. Saco tres cubos de hielo de la pequeña heladera debajo de la barra, los puso en un vaso, y lo lleno con whisky hasta la mitad. Con el primer sorbo, trago las pastillas. Volvió a buscar debajo de la barra, esta vez al cajón donde guardaba sus habanos montecristo. Saco y encendió uno, y retornó al sofá, a sentarse tranquilamente. Cerro los ojos mientras saboreaba el humo de su cigarro, se sentía muy tranquilo. Su paz se vio interrumpida por lo que pareció, era un ruido. Bario los ojos e intento discernir que estaba sucediendo, pero la música no le permitía escuchar con claridad, y decidió restarle importancia al asunto. De no haberlo hecho, quizás se hubiera dado cuenta que un intruso estaba ingresando en su casa.
Barbie venia en su convertible rosa, ni demasiado rápido, ni demasiado despacio, apenas a la velocidad indicada, que fuera suficiente para no estorbar a los otros automovilistas, y que no alcanzara a despeinarla, pues recién salía del salón de belleza. Recordando esto, miro sus uñas, perfectamente moldeadas y brillantes, siempre se sentía mejor persona después de una manicura. Se detuvo en un semáforo pensando en si pasaría primero por el shopping o por su casa. Decidió que iría directamente a su casa, pues ansiaba ver a su marido, luego tendría tiempo de ver vidrieras.
Llego hasta la puerta de su casa y observo que la puerta estaba apenas abierta, alguien había forzado la cerradura. Esto no la alarmó, simplemente bario la puerta con la misma naturalidad que lo hubiera hecho si la misma se encontrara cerrada. Se paró sobre el umbral de la puerta, y se quedo escuchando un momento la música que provenía de la barra, pasando la sala de recepción. Sinatra y Basie, uno de los discos mas escuchado por Kent, y por supuesto, uno de los que ella mas detestaba. Caminó hacia el living, para apagar el tocadiscos, y allí estaba. El cadáver de su marido yacía sobre el sillón, con 2 balazos en el pecho. Su vaso de whisky estaba derramado sobre la alfombra, y el cigarro milagrosamente, en vez de provocar un incendio, estaba ahí apagado entre las piernas de Kent, no sin haber provocado antes una quemadura que arruinaba por completo el fino tapizado. El cadáver de Kent estaba ligeramente ladeado hacia la izquierda, apoyado sobre el brazo del sofá, y su camisa estaba empapada en sangre. Tenia los ojos muy abiertos, no había signos de paz en su rostro, pero el trabajo había sido rápido, y solo por una fracción de segundo llego a ver a su asesino que apretó el gatillo 2 veces apuntando hacia su corazón, con mortal precisión.
Barbie miró a su esposo muerto un momento. No rompió en lagrimas, no sintió horror, su rostro reflejaba indiferencia, pero sentía una curiosidad morbosa y no podía dejar de observar el cadáver. Saco un cigarrillo de su cartera, lo encendió y dio un par de pitadas largas. Siguió observando el cadáver, hasta que en el rostro se le dibujo una sonrisa cínica, la que dejaba ver quien realmente era. Una sonrisa Dejo de reír, y se acerco al teléfono. Antes de levantar el tubo para llamar a la policía, repasó mentalmente la historia que inventaría, y se preparo para romper en llanto, ese llanto de rubia tonta que la dejaría fuera de cualquier sospecha...